El agua supone una de las principales riquezas de Galicia, el país de los 10.000 ríos. Quizás esta abundancia de recursos hídricos superficiales ha llevado a que, como reconoce el nuevo Plan Hidrológico, la atención prestada por las administraciones a las aguas subterráneas haya sido escasa.
A pesar de que la determinación de los recursos de aguas subterráneas es compleja, se estima que entre el 10 y el 20 % de la precipitación total anual recogida en las cuencas hidrográficas de Galicia es en algún momento agua subterránea y por tanto un potencial recurso para los aproximadamente un millón doscientos mil habitantes del entorno rural gallego.
Debemos pues entender las formas tradicionales de puesta en valor de nuestras masas de agua subterránea y ser conscientes de su importancia, ya que permiten resolver el abastecimiento de agua de la población rural dispersa, a la que tan difícil es de dotar de otros servicios básicos, evitando en parte costosas instalaciones, tanto en lo concerniente a conducciones, depósitos y bombeos como a complejos tratamientos de potabilización de aguas superficiales. En la actualidad, el aprovechamiento de estas aguas, bien en forma individual (caso de los pozos) o bien colectivo (principalmente a través de manantiales), todavía suponen el principal recurso en buena parte de los núcleos no urbanos.
A pesar de su importancia, la mayor parte de estas captaciones no están inscritas en el registro de aguas, lo cual impide acometer una correcta planificación y gestión de las aguas subterráneas como recurso. Además, debido a su pequeña entidad, no están incluidas en el “Programa de vigilancia sanitaria de aguas de consumo humano de la Comunidad Autónoma de Galicia”, careciendo también en la mayor parte de los casos de un control de calidad propio.
Aunque en general, los resultados de los estudios de calidad efectuados indican que las aguas cumplen con los parámetros exigibles para el consumo humano, también es habitual la detección de un cierto nivel de afección debido a la propia ejecución y gestión de las captaciones y a las presiones difusas inherentes al entorno rural gallego: saneamiento deficiente y contaminación de origen agrícola y ganadero.
La manera más razonable de abordar este problema consiste en promocionar una serie de buenas prácticas entre todos los usuarios de aguas subterráneas, de manera que sean ellos mismos los que puedan implementar medidas correctoras que les permitan mejorar la calidad de las aguas captadas.